Gastrocooperación: nuevas alianzas para comer de forma sostenible

El chef británico Chris Edwards prepara almuerzos para las personas sin hogar que acuden a su cocina comunitaria en Tooting, Londres, en noviembre de 2020.

El chef británico Chris Edwards prepara almuerzos para las personas sin hogar que acuden a su cocina comunitaria en Tooting, Londres, en noviembre de 2020. HENRY NICHOLLS (REUTERS)

El lado más visible de la gastronomía es el de los chefs mediáticos, los emprendimientos y las ferias culinarias, pero se está dando un giro a la sostenibilidad que demuestra que las personas detrás de los fogones también son líderes del cambio.

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Una vez un cocinero me dijo que cómo iban a apoyar la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible si ni siquiera se les menciona. “Pues igual que se las ingenian para agregar un ingrediente a una receta y crear algo nuevo”, le confirmé, sabiendo que desde 2016, la Asamblea General de las Naciones Unidas había designado los 18 de junio como Día de la Gastronomía Sostenible. Para hacer visible la contribución de este sector a la producción agrícola, la pesca, la seguridad alimentaria, la nutrición, el uso de la energía y la mitigación del cambio climático, este día se invita a celebrar a los Estados Miembros, las agencias de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales y regionales, a la sociedad civil, incluidas las ONG y los particulares.

Pero hoy, en tiempos de crisis mundial del hambre, hace falta algo más que celebrar un día. La última edición del Informe mundial sobre crisis alimentarias (GRFC 2022) pronostica que alrededor de 193 millones de personas padecerán inseguridad alimentaria aguda este año y necesitarán asistencia urgente en 53 territorios, una cifra que ha aumentado en un 80% desde 2016, al menos en 48 países. Si bien el lado más visible de la gastronomía ha sido el privado –los chefs mediáticos, los emprendimientos callejeros y de mercados, los restaurantes o las ferias culinarias, entre otros–, hay un giro hacia la sostenibilidad que demuestra que las personas detrás de los fogones también son líderes del cambio.

En contextos de crisis, la organización World Central Kitchen, y su líder, el célebre cocinero José Andrés, premio Princesa de Asturias de la Concordia 2021, llegan con comida caliente antes que otros. Desde 2020, la Guía Michelin entrega las estrellas verdes, una categoría específica para reconocer a los restaurantes por su relación con el medio ambiente. Otro sello, el de Cocina eficiente y sostenible, surge de la colaboración de Repsol y Aenor para promover el uso responsable de las fuentes energéticas en la gastronomía. El Basque Culinary World Prize ha sido pionero en reconocer chefs con iniciativas transformadoras. Los World’s Best 50 Restaurants han incorporado la distinción Champions of Change para reconocer a jóvenes profesionales con incidencia en sus localidades.

Otros nuevos instrumentos de colaboración se vienen cocinando: BBVA y el Celler de Can Roca implementan el Programa de Gastronomía Sostenible para promover la transición del sector hacia prácticas más sostenibles. En Chile, el Laboratorio Gastronómico, del Ministerio de Educación y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha mejorado la calidad en los comedores escolares, combatiendo la obesidad y el desperdicio alimentario, desde el enfoque de “comer rico” como derecho.

Ya es momento para la gastrocooperación: que las alianzas estratégicas de todos los actores de la gastronomía se activen de forma sistémica para hacer más visible el lugar del sector en la Agenda 2030.

Si bien la tendencia es destacar el papel transformador de la gastronomía, apremia un paso más: lograr que las políticas públicas dirigidas al sector también cambien al paso de las vanguardias. Para ello, no es suficiente con lo que pueda hacerse desde una tribuna foodie, un restaurante destacado, un mercado gourmet, una marca reconocida o una escuela de cocina con prestigio. Ya es el momento para la gastrocooperación: que las alianzas estratégicas de todos los actores de la gastronomía se activen de forma sistémica para hacer más visible el lugar del sector en la Agenda 2030. Se abriría paso a acciones de cooperación más complejas y mejor coordinadas, basadas en el trabajo intersectorial, donde más personas e instituciones sumarían sus experiencias y recursos para buscar respuestas efectivamente sostenibles.

La primera región del mundo que da pasos al respecto parece ser Latinoamérica, con el Plan iberoamericano de Gastronomía y Alimentación (PIGA_2030), impulsado por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y aprobado por consenso por las autoridades de 22 países. Fruto de la colaboración de sectores públicos, privados, gobiernos locales, la sociedad civil y la cooperación internacional, es una ruta para movilizar el potencial de la gastronomía en la transformación de los sistemas alimentarios con impactos positivos en las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas.

Lo gastro como prefijo para definir tendencias del sector no es nuevo: la gastrodiplomacia ha sido promovida por países como Tailandia, México y Perú para influir a través de sus sabores. En España, un portal denominado gastroeconomy sigue las tendencias económico-empresariales de lo que denominan el gastrosector. En Colombia, las gastromujeres han hecho visible el talento femenino en un mundo de hombres al mando. Lo que sí parece novedad es el consenso de que la gastrocooperación facilitaría que estos y otros actores se sumen para que la gastronomía sea uno de esos nuevos instrumentos que tanto se necesitan para acelerar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cocinando.

Escrito por LÁZARO I. RODRÍGUEZ OLIVA para El País.

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