¿Quieres dedicarte a la cooperación internacional? Estas son las habilidades y los estudios que necesitas
Contrariamente a la creencia popular, muchos empleos con ONGD no implican viajar a otros países. Idiomas, una formación técnica y habilidades blandas, entre los requisitos más demandados.
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Cuando, el pasado 6 de febrero, un devastador terremoto asoló Siria y Turquía, dejando tras de sí más de 55.000 muertos e ingentes daños materiales, Médicos Sin Fronteras (MSF) fue una de las primeras organizaciones internacionales en actuar sobre el terreno, puesto que ya se encontraba en el noroeste de Siria y pudo dar una respuesta humana y material casi inmediata, mientras que los equipos de emergencia a Turquía no tardaron en enviarse. La ONG está hoy presente en más de 70 países, en los que actúa a través de más de 46.000 personas de 169 nacionalidades diferentes; la inmensa mayoría en proyectos sobre el terreno. “Curiosamente y al contrario de lo que mucha gente cree, la mayor parte de los trabajadores de MSF no son médicos, sino que contamos con todo tipo de perfiles: desde otros trabajadores sanitarios hasta periodistas, antropólogos, ingenieros, arquitectos o personal administrativo”, cuenta Muskilda Zancada, delegada de la Oficina Centro de MSF en España.
¿Qué se necesita para trabajar en el campo de la cooperación internacional? Aunque la heterogeneidad es precisamente una de las características más visibles en el personal que reclutan las ONG, como ilustra el ejemplo de MSF, los conocimientos, competencias y habilidades más demandadas podrían resumirse en tres ejes: un conocimiento técnico especializado (que normalmente incluye un grado, posgrado y otros cursos de formación); idiomas (inglés, francés y árabe, sobre todo); y una serie de habilidades blandas (flexibilidad, capacidad de adaptación, resiliencia e integridad, entre otras) que resultan imprescindibles en el mundo de la cooperación internacional. Y, antes de nada, tener bien claro qué es (y qué no es) ser cooperante, una realidad que va mucho más allá del mito romántico del joven aventurero que viaja a otros países para ayudar.
Derribando estereotipos
“Lo que buscamos [las ONGD] son profesionales mucho más especializados y técnicos que realmente aporten un valor añadido, que van a un país por un periodo más corto y a una tarea muy específica: no es que vayan simplemente a ayudar, sino que van a complementar a un equipo local que ya conoce la realidad, pero al que igual le faltan determinados perfiles”, explica Rosa Sala, directora de Operaciones y Recursos Humanos de Oxfam Intermón.
En 2021 había 2.708 cooperantes españoles repartidos por el mundo, según datos de Europa Press, pero conviene recordar también que gran parte del trabajo que hacen estas organizaciones (campañas de donación, gestión de subvenciones o creación y gestión de proyectos, por ejemplo) tiene lugar en los países de origen, sin que sea necesario viaje alguno. En MSF, sin ir más lejos, un 83 % del personal contratado es natural de los países donde se desarrolla cada proyecto de cooperación, algo que sucede con 800 de las 1.200 que trabajan en Oxfam Intermón a nivel global.
¿Por qué colaborar con organizaciones locales? “Hay un límite en lo que puedes llegar a saber sobre un país cuando te documentas por Internet. Un socio local tiene un conocimiento mayor, comprende lo que de verdad importa sobre el terreno y sabe cuál es la mejor manera de acercarse a la comunidad”, afirma Anna-Lena Strehl, responsable de Asuntos Externos de la Fundación TUI Care, ONG radicada en los Países Bajos y dedicada a la protección medioambiental y el empoderamiento humano en destinos turísticos. “Trabajar y apoyar a socios locales también significa que se van a crear puestos de trabajo en esos destinos. En muchos de nuestros proyectos, creamos empleos para personas de entornos vulnerables, lo que no solo les beneficia a ellos, sino también a sus familias y comunidades”, añade. Strehl forma parte de un equipo multidisciplinar en el que figuran desde especialistas en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas hasta Dirección de Empresas, Periodismo, Comunicación Intercultural, Cambio Climático y Desarrollo.
“Como nosotros nos dedicamos mucho a temas de agua, saneamiento y seguridad alimentaria, tenemos [en los países] ingenieros agrónomos y de aguas, perfiles relacionados con el saneamiento, la logística y las compras”, argumenta Sala. Pero, explica, también se necesitan profesionales con una orientación financiera que sepan gestionar convocatorias, realizar informes, cuadrar los números y asegurar la necesaria transparencia; de recursos Humanos y gestión de personas.
Y los especializados en la medición de impacto, “de lo que llamamos el Monitoring Evaluation and Learning (evaluación del impacto y aprendizaje): medir los indicadores apropiados para saber que lo que estamos haciendo tiene un impacto positivo, e integrar los aprendizajes tanto de lo que sirve como de lo que no, para mejorar nuestros programas”.
Y, por supuesto, abogados y otros perfiles legales, que se dedican a articular propuestas de cambios de leyes o a acompañar a las organizaciones en la implementación de algunas reformas como, por ejemplo, “el régimen de acceso a la tierra o que las mujeres puedan conseguir créditos bancarios, porque a veces la ley está ya cambiada pero después vemos que su implementación no favorece a las personas vulnerables con las que trabajamos”, reclama Sala.
El enfoque, por supuesto, cambia cuando se produce una emergencia sanitaria o humanitaria, como la provocada por el mencionado terremoto en Turquía y Siria. “A diferencia de en Turquía, en esa zona de Siria las necesidades previas a los seísmos ya eran críticas: los 180.000 desplazados por el terremoto se sumaron a los 2,8 millones de personas que ya vivían en condiciones de extrema precariedad tras haber sido desplazadas repetidamente durante 12 años de guerra”, recuerda Zancada. La salud mental, el refugio y el acceso a agua potable y alimentos son hoy las principales necesidades de la población en esta zona del noroeste de Siria, que afronta el desafío de fortalecer un sistema sanitario y unas infraestructuras muy debilitadas. En Turquía, el trabajo de MSF se centra en apoyo psicosocial a la población afectada; donaciones de material médico, logístico y de primera necesidad; e intervenciones de agua y saneamiento, como la construcción de duchas y retretes en los campamentos improvisados.
Los estudios y habilidades más relevantes
Una de las formaciones (ya sea por medio de un grado o un máster) que más utilidad pueden tener en el campo de la cooperación internacional es, sin duda, el de Relaciones Internacionales, a fin de “entender el contexto cuando finalmente vas a trabajar a otro país como cooperante: ser capaz de leer contextos distintos, formas de gobierno diferentes, la relación con los países del entorno, con las embajadas, las organizaciones de Naciones Unidas o la UE y los distintos organismos financieros”, sostiene Sala. “Para tener un buen programa de cooperación, es clave conocer el marco en el que te mueves, saber quién es quién y cuáles pueden ser tus alianzas, dónde conseguir financiación y con quién debes hablar para asegurar un impacto positivo”, añade. Otros posgrados especializados tienen que ver con el medio ambiente y el desarrollo, la seguridad y la cooperación, la gestión de proyectos o la ya mencionada medición de impacto.
Además de los conocimientos técnicos, trabajar como cooperante requiere también haber desarrollado una serie de habilidades blandas como la flexibilidad, la capacidad de adaptación, la resiliencia y la tolerancia a la frustración, para poder seguir avanzando incluso cuando las cosas no salgan como tú esperabas. “Te tiene que gustar ser retada a salir de tu zona de confort, vivir la multiculturalidad, los valores diferentes… No puedes ir con ideas preconcebidas”, esgrime Sala, que también destaca la importancia de la propia integridad al entrar en contacto con situaciones de gran pobreza y con personas que además pueden estar padeciendo una crisis humanitaria, para evitar aprovecharse de situaciones desesperadas”. Y, por supuesto, pasión por lo que se hace.
“Es un trabajo apasionante y fascinante que te permite aprender, cuestionarte muchas cosas y poner en valor lo que tenemos y el privilegio desde el que lo abordamos”, reconoce la responsable de Oxfam Intermón. Strehl, por su parte, recuerda cómo siempre quiso llegar a un punto en el que su trabajo sirviera para lograr un impacto positivo, “especialmente en comunidades vulnerables. Mi madre es trabajadora social y da clases de alemán a refugiados, así que ayudar a aquellos que no lo han tenido tan fácil en la vida como yo es algo con lo que crecí y que tengo cerca de mi corazón”.
¿Un consejo final para aquellos interesados en iniciar su camino como cooperante? “Que no desistan de ello, si es lo que quieren. Que contacten con varias organizaciones, que nos sigan en redes y miren nuestras webs, porque allí publicamos los perfiles [que necesitamos]; que se formen en algo transversal, como lo que hemos señalado, y que empiecen a colaborar de alguna manera más voluntaria o puntual, para ver si les encaja”, concluye Sala. Porque nunca es tarde para reorientar una carrera.
Fuente: El País.